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SÍNDROME DEL EXPLORADOR

Acelera tu empresa con estos consejos de expertos que cuenta sobre «Síndrome del explorador». ¡Analiza y descubre esta TIP!

Síndrome del explorador: Adicción a aprender Hay muchos emprendedores que si oyen la palabra nuevo, dicen: ¡Voy! y dejan a medias todo lo que están haciendo.  Les encantan los nuevos retos. En cambio, la palabra procesos, rutina les echa para atrás. Si creen que no van a tener libertad para aprender, se van. Necesitan explorar siempre.

Las personas que padecen este síndrome odian los títulos. Un oficio escrito en su tarjeta de visita les oprime como el nudo de una corbata. Piensan que esa etiqueta es una cárcel que los arrincona en una identidad para toda la vida y una actividad que se repite una y otra y otra vez. También, que esa profesión, los convierte en humanos mecánicos que, a ojos de los demás, no sirven más que para una faena. ¡¡Es una maldición; un «eres peluquero, pues solo a cortar pelos»!!

A los emprendedores  con síndrome del explorador es muy difícil ubicarlos es un proyecto, en una sola empresa… siempre están en varios sitios a la vez. Dan la sensación de que están dispersos porque no se cierran a algo en concreto. No paran de dar vueltas porque siempre están buscando algo nuevo y no consolidan lo que comienzan. Son iniciadores de proyectos.

Para estas personas, la exploración no es un medio; ¡¡es el fin!! No es una forma de llegar a la meta; es la meta misma.

Puede que sea una actitud, una habilidad. Incluso un modo de vida. A estas personas el aprendizaje les produce placer. Les genera una satisfacción que no les da ninguna otra cosa. 

Estas personas no son los típicos empollones que se encierran en una biblioteca a memorizar temarios. Estudiar es distinto. El ámbito académico es un entorno conocido en el que las personas inseguras se sienten cómodas porque todo está establecido. Les resulta familiar y se sienten protegidas.

Los exploradores, en cambio, se ahogan en las rutinas y las actividades blindadas en lo de siempre. Ellos están en un continuo modo ON. Es gente que necesita destinar parte de su tiempo de trabajo a investigar y probar cosas nuevas.

A veces la necesidad a explorar es tan intensa que esa primera definición de adicto al aprendizaje no es exagerada. El aprendizaje genera placer y el placer puede llevar a una adicción. 

Este afán de descubrir tiene mucho en común con la necesidad de café, tabaco o azúcar. Empieza por hacerse necesario, continúa haciéndose imprescindible y acaba provocando ira si no se tiene. Es un pozo sin fondo. Querer saber más y más y más y llegar hasta la ira cuando uno cree que está perdiendo el tiempo. Como si le robaran la vida y la emoción.

En la historia quedan estampas de personas que ya lo sentían. Julio Verne contaba que se encerraba en su gabinete de trabajo, en el piso más alto y aislado de la casa; echaba dos vueltas a la llave de la puerta, por dentro, para que nadie pudiera abrir, y se hacía el sordo cuando su mujer le gritaba desde fuera para que bajara a tomar el té con las vecinas. El escritor se parapetaba, con cerrojo y todo, de aquellas conversaciones hueras que pretendían robarle su tiempo de lectura y escritura.

Los fanáticos del aprendizaje son más creativos que los demás porque la creatividad requiere exploración, experimentación y descubrimiento. 

El embudo creativo

Es un embudo en el que van entrando conocimientos y conocimientos hasta que un día se conectan entre sí y sale una idea creativa.

Ese picar aquí y allá nunca se ha entendido («¡A ver si el tío pone ya el huevo en algún lado!», dicen). No se comprende que alguien eche los raíles de un negocio y lo abandone cuando rueda por fin («¡Y ahora que empieza a ir bien, se va el imbécil!», protestan).

A pocos les entra en la cabeza que a algunas personas lo que les gusta es crear, empezar, descubrir y cambiar. La monotonía y la rutina es la antesala de su muerte. Pero la coyuntura actual está sacudiendo esa visión de la vida ideal construida sobre cadenas: un empleo fijo de por vida, una casa donde echar raíces y un matrimonio para toda la vida,  eran los tres pilares de la seguridad y la seguridad era la alfombra roja hacia la felicidad. Lo demás era visto como un despendole estupendo.

Esa aspiración inmovilista naufraga en tiempo de transiciones: de la era analógica a la digital, de la era de la información a la era del espectáculo, del capitalismo globalizado al capitalismo de la vigilancia. Y en tiempo de sacudidas sobreviven los más flexibles, los que se adaptan al cambio, los que se esfuerzan por aprender lo nuevo.

Esta capacidad de aprender de forma continua es «la habilidad más valiosa del profesional del siglo XXI. Aunque todo tiene su precio: «El explorador es difícil de gestionar, motivar y retener, y a las organizaciones les resulta cara la curva de aprendizaje de un empleado.

Es tan importante aprender cada día que se ha hecho necesario un nuevo perfil profesional dedicado a ayudar a otros a aprender mejor: el learning developer o learning manager. Hay tanta información y tanto que aprender que muchas empresas se han visto con la necesidad de que un experto les ayude a filtrar las fuentes y organizar el conocimiento

¡¡Los exploradores son indispensables porque «introducen la innovación en las empresas!!

Una empresa no puede estar formada solo por exploradores, hace falta un equipo de personas que sean constantes y repitan su trabajo cada día sin fijarse en lo nuevo . Necesita perfiles distintos. Hacen falta personas que implementen esas ideas. Marineros que prefieren atar cabos a inventar nudos. O, ya en tierra, el aire acondicionado de la oficina a los vientos inciertos de la aventura.

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